sábado, 10 de julio de 2010

La nación española

Para los juristas los principios de legitimidad son sumamente importantes.

Sin un principio válido de legitimidad, ninguna Ley es realmente una ley legítima que deba ser respetada.

¿Qué principios de legitimidad imperan en la Constitución Española? Pues no son muy distintos a los de otras constituciones.

El principal principio de legitimidad es el de la nación española, que como tal decide y ordena jurídicamente la vida en común de sus miembros y su territorio.

Por lo tanto, legalmente sólo puede existir una nación pues de ella es de la que emana el principio de legitimidad. Y en la Constitución se especifica claramente que esa nación es la española, en la que conviven distintas nacionalidades. Lo que esto significa es que la nación española es multiple y no es definible más que por la suma de sus distintas nacionalidades, que juntas, forma la española, la cual ejerce como objeto de derecho legítimo en nombre de todas ellas sin excepción.

La singularidad española es que mientras otras naciones especifican de forma precisa, clara y excluyente que es ser o no ser de esa nación, en España tenemos la libertad de ser un conclomerado de singularidades. España es una suma, no es una resta.

Por ser singulares, el himno español carece de letra. No es que no pueda tenerla en el futuro, pero en un país donde existen varias lenguas oficiales, quizás sea un acierto tener un himno sin letra. Y si a esto sumamos que el fracaso escolar es como una epidemia, casi es mejor así porque quizás pocos serían capaces de recordar la letra del himno.

¿Qué ocurre entonces en España? Ocurre que desgraciadamente se ha impulsado con dinero público, ya incluso privado, la existencia de otras nacionalidades, repartidas por todo el territorio español, de Canarias a Andalucía, León, Cantabria, Navarra, Baleares, Murcia, Valencia, etc., etc., un sentimiento nacional excluyente, enfrentado y diferenciado del español, que como no podía ser de otra manera, muchos políticos, con más o menos apoyo popular, pretenden convertir en sujeto de un principio de legitimidad.

Son dos formas totalmente diferentes de enteder la vida. Una pasota, diversa, divertida, integradora, diversa, sin complejos: la española, donde se acepta todo, sólo vale el deseo de ser español, y otra excluyente, donde a parte del deseo hay que reunir ciertas características psicólogicas, culturales, raciales, sociales, anímicas que demuestren claramente que fundamentalmente y como paso previo a cualquier daclaración de intenciones, se odia y desprecia todo lo español, y después se ama, se aprecia, se quiere, aquello que los políticos hayan querido que sean los rasgos distintivos de la nación en cuestión.

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