lunes, 11 de octubre de 2010

11-S y 11-M.

Decía, cito de memoría, una congresista norteamericana: "Washington debe ser el único lugar del mundo donde personas que han dado muestras de hacer mal su trabajo, son promocionadas hacia más y mejores cargos de más responsabilidad". Con su comentario denunciaba los sucesivos ascensos con los que fueron recompensados todos los involucrados en la inoperatividad de la defensa aérea de los Estados Unidos, el NORAD, durante el 11-M.

Desconocía esta congresista que en España todos los involucrados en la seguridad de Carrero Blanco, fueron "justamente promocionados" y agasajados por su brillante labor al permitir que Carrero subiera, literalmente, a los cielos de Madrid. Eso sí, su coche alcanzó la azotea de un edificio, lo sobrepasó y regresó a la tierra, rumbo a los infiernos. El viaje celestial fue de ida y vuelta.

También desconoce esta congresista norteamericana, la verdad es que tendría que molestarme en buscar su nombre, pues sale en varios documentales sobre el 11-S, que entre las muchas similitudes existentes entre los atentados del 11-S y 11-M, persiste la de agasajar, promocionar y premiar con condecoraciones brillantes y lustrosas, a todos aquellos que de una u otra forma han ayudado a silenciar y ocultar la verdadera autoría de los mismos, e incluso, por su presunta competencia, se ha recompensado a quienes con su incompetencia propipiaron que dichos atentados se llevaran a a efecto.

¿Serán estos premios efectos de la globalización?

Recientemente el gobierno socialista, el mismo que llegó al poder por primera vez gracias al aceite de colza y que repitió su llegada al poder en tren de cercanías, ha premiado, una vez más, al juez Gómez Bermudez.

Sobre Gómez Bermudez, se podrían decir muchas cosas curiosas. Una de ellas es la curiosidad de que la mujer de un juez escriba un libro sobre un juicio, el del 11-M, que lleva su marido. La siguiente y más destacable es que a parte de tragar con todas las deficiencias, ilegalidades, falsedades, pruebas falsas e irregularidades ocurridas durante la instrucción del 11-M, en su sentencia, el arma omicida utilizada, los explosivos, tuvieran un valor completamente irrelevante.

Desde el punto de vista de la lógica, y de la más simple legalidad, la sentencia y las conclusiones del tribunal sobre el 11-M, son un ataque a la inteligencia, el sentido común y el Estado de Derecho. Pero quizás sea justo que tanta falta de inteligencia, sentido común y respeto por la Ley, expuesta públicamente ante los improperios de los escasos indeseables que pierden su tiempo en intentar saber la verdad, bien valgan unas medallas y un aumento de sueldo. Que menos que eso. Ya dice el refranero moderno del bien pagado que: "las penas con pan, y medallas, son menos penas".

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